viernes, 15 de octubre de 2010

Adriana y el mundo exterior

Por fin un minuto libre. ¿Cómo puede una cosa de 3 kilos ocupar a cuatro adultos a tiempo completo? Ya sé que nos lo habíais advertido, pero no me lo he creído hasta vivirlo.

Como decía Lucía S. en uno de los primeros comentario de este blog, una cosa es lo que planeas para el parto y otra lo que acaba ocurriendo. Mi idea, como quedó clara anteriormente, era un parto natural, con su respiración, sus dolores, contracciones... El mayor miedo que tenía era romper aguas en la cama, porque vaya ascazo tener que secar el colchón en una ciudad más húmeda que la Atlántida después de hundirse.
Mira por donde... no me tuve que preocupar por eso. Con 39 semanas y cínco días, es decir, a punto de salir de cuentas, fui a una visita de rutina al ginecólogo, en su consulta llena de recuerditos de otros niños bien-nacidos. Recordemos: mi médico es fanático de la cesárea y llevo 9 meses peleando con él para evitarla. Por fin le habíamos convencido, porque todas las ecos indicaban que el bebé y yo estabamos preparadas de sobra para el parto natural, éramos óptimas por constitución y esas cosas. Entré en la consulta reprochándole que, pese a sus previsiones, la niña no había nacido el sábado anterior.
- ¿Qué hora es?- me pregunta él.
- la 1:15- respondo mirando al reloj.
- pues en dos horas nace Adriana.
- ja ja, ji ji, sí claro...
- anda, pasa a la camilla que te exploro - (esta frase siempre me hace sentir como una selva virgen, como África frente al dr. Livinstongsupongo)
Allí tumbada, mientras medía los latidos de su corazón, tuve una contracción de las indoloras.
-Mira- dijo el doctor- sus pulsaciones están a 80.
-Vale- dije yo (¿a cuanto tenían que estar??? pensé)
- Mira ahora -tock tock tock- están a 160.
-Bien (¿a cuánto tienen que estar, joé?)
- Vístete y siéntate.
En la otra silla estaba mi madre. Siempre viene Raúl conmigo a las consultas, pero esta vez, como era una simple revisión, mis padres vinieron conmigo. Primero fuimos de turismo al Mercado Municipal, que es muy chulo, con sus cajas de frutas infinitas, sus carnes con moscas, sus pájaros y sus gentes. No compramos nada porque el sábado íbamos a volver. En fin. Volvamos a la consulta.
- lo que dije antes de parir en dos horas era broma- me dice el ginecólogo muy serio- pero ahora NO es broma. Tienes que ir directa al hospital desde aquí.
- ¿Es porque estoy dilatada?- pregunto con una dudosa sonrisa in the face.
- No, es porque ... (aquí comienza a borrarse el correcto entendimiento, sólo me llegaban palabras sueltas) corazón...cardiopatía... sufrimiento fetal... cordón umbilical... urgente... cesárea...no hay que hacerse la valiente... peligro... riesgo...
Vale. Entré en estado de "chock". A todo esto, mi madre al lado entendía menos que yo. Sólo me veía intentar llorar y ponerme pálida agarrándome la barriga. Y se puso nerviosa también. Intentaba consolarme y yo no me dejaba. El propio médico llamó a Raúl, que claro, se pegó un susto de  los grandes.
-Id directos al hospital. Nada de pasar por casa. No hagas como las brasileñas- me comentaba mi médico brasileño- que se van de aquí a hacerse la manicura, a alisarse el pelo, depilarse... nada, tú directa al hospital, es urgente. ¡¡Y no bebas ni comas!!
- Meu deus, si tenía más hambre que los pavos de Manolo!!! Pero bueno, era lo de menos. Raúl nos recogió y fuimos corriendo para el hospital, pero mi casa está al lado y pudimos coger las maletas, al menos para que la niña tuviera ropa al nacer. Íbamos acojonados, porque no sabíamos si Adriana estaba bien o no, joder, algo pasaba con su corazón, mi niña (Dios, ya estoy llorando otra vez, y eso que ella está aquí, viva, sana, a nuestro lado)
Además, yo seguía en estado de shock, y entre lo poco que acertaba a pensar era que el médico me estaba engañando para abrirme ese día porque le venía bien. Pero en fin: habíamos decidido confiar en él y no tenía sentido atormentarme. Intentaban animarme: "en poco tiempo tendrás a tu hija en brazos". Pero no reaccionaba. Estaba en stand by, en kit-kat, amodorrada.
Llegamos al hospital. (NOTA: increíble, pero para entrar al hospital tienes un parking privado, así que aunque vayas de urgencias, tienes que llevar cambio, madre mía, que rudo capitalismo) Primero tenemos que ir a Ingresos a rellenar papeles de seguros, habitaciones y servicios. Llegó mi médico pisándonos los talones y nos metió para el quirófano a todo meter. En un ratito tenía la raquianestesia enchufada, mientras a Raúl le buscaban una bata adecuada... todas le quedaban ridículas. Me pusieron como a un cristo, con los brazos en cruz llenos de cables. Ese día aquello parecía naciones unidas: también estaba de parto una rusa que sólo hablaba inglés. El anestesista llegó y me dijo:
- Good morning, Araceli. Are you ready?
- Ah, no, por la cesárea paso, pero no quiero un parto en inglés, por favor!!!
-¡Disculpa, es que vengo del quirófano de la rusa...!
- ¿Donde está mi Raúl, no me abras sin Raúl!- le decía al doctor.
Raúl llegó, se puso a mi lado y entonces me relajé. Bueno, vale, puede que me hiciera efecto entonces la anestesia.
Comenzaron a hurgarme en la barriga, aunque yo no veía nada ni sentía dolor, pero sí el movimiento que os puedo jurar que es una sensación un poco extraño-asquerosa. Al rato me dijeron:
- Ahora va a nacer tu hija- toquetéo-plof-buaaaa- Mira, tu hija.-
Las 14:42. 01/10/2010.
Sólo vi una cosita con sangre y fluídos, mi niña, sana y salva. Dos lágrimas me rodaron, una por cada ojo. Se la pasaron a Raúl y ya me quedé tranquila.
Raúl pudo ver como la sacaban: también vio el cordón umbilical enrollado en su cuellito. ¡Viva mi doctor Maestri, que lo averiguó una hora antes!
Al cabo de un rato regresó con la niña envuelta, después de medirla (49cm), pesarla (3105 grm). Como a mi me tenían amarrada a cables y sueros y tubos, no podía cogerla, pero como estaba en brazos de su padre, al menos me dejé sacar el resto de movidas placentarias y liquosas que tenía por dentro. Adriana no dejaba de llorar, Raúl tampoco, y yo sólo llegue a ver una uñita de su mano, taaaan pequeña y`perfecta...

viernes, 1 de octubre de 2010

APRENDIENDO A SER MAMÍFERO

Para no centrarnos sólo en lo escatológico del parto, pasemos a otro tema: lactancia. Como propone Lorena, he  incluido una encuestilla sobre amamantar en público o no. Ya vimos la foto de la eurodiputada italiana que se llevó a su niño al curro. Molaría poder hacer todos algo así. Bueno, paso a materia. Me gustó tanto este artículo que fue la causa de que se me ocurriera crear este blog. No sé si seguirá valiendo el enlace: http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Aprendiendo/ser/mamiferos/nuevo/elpepisoc/20100804elpepisoc_1/Tes
pero también os lo pongo aquí:
Aprendiendo a ser mamíferos de nuevo (Cecilia Jan, 4/8/2010)


Pocas mujeres dan a sus bebés el pecho pese a las políticas públicas de fomento de la lactancia materna - Pesan la cultura del biberón y la falta de formación y apoyo de los profesionales

Una de las experiencias más agobiantes para una madre primeriza es intentar que el bebé llorón y hambriento que acaba de revolucionar su mundo se enganche al pezón, dolorido por las grietas, mientras su suegra repite: "Dale un biberón, se crían igual de bien". Y es que cualquier conversación de madres, un vistazo a los foros de Internet, o la cantidad de artilugios inventados para facilitar la lactancia materna parecen indicar que somos unos extraños mamíferos que ya no sabemos alimentar a nuestros bebés, y que nos extinguiríamos si no existieran los biberones.
¿Por qué algo en teoría natural resulta tan difícil hoy en día, hasta el punto de que muchas madres deciden no dar a sus bebés leche materna, pese a sus incontables beneficios, tanto para la salud como para la vinculación afectiva? La Organización Mundial de la Salud (OMS), Unicef y la Asociación Española de Pediatría (AEP) recomiendan amamantar de forma exclusiva (sin agua, zumos, infusiones, ni leche artificial) hasta los seis meses de vida, y seguir con la lactancia, junto con otros alimentos, hasta los dos años o más.
Pero la realidad es muy distinta: aunque a la salida del hospital, la mayoría de las madres (80%) dan el pecho, a los tres meses solo el 52,5% de los niños toman leche materna en exclusiva, y a los seis, el 36%, según los datos que dio el lunes, comienzo de la semana mundial por la lactancia, la AEP.
Una mezcla de falta de formación y de apoyo coordinado de los profesionales, junto con la información insuficiente de la futura madre, sometida a un bombardeo de falsos mitos y presiones familiares y sociales, dificultan que se cumplan las recomendaciones sanitarias y los deseos de muchas mujeres de prolongar la lactancia. Subyace la pérdida de referentes culturales, tras décadas en las que no hemos podido aprender a amamantar observando a otras mujeres pues el biberón se ha convertido en la norma, en gran parte por la mercadotecnia agresiva de los fabricantes, que han logrado que se vea como positivo alimentar a los bebés con leche de otra especie -la vaca- en la que hay que eliminar y añadir componentes para imitar a la leche materna. Si se suman las raquíticas políticas para compaginar lactancia y trabajo, como la baja maternal de 16 semanas, el resultado es obvio.
La vivencia de Mónica Cuello, de 31 años, es un ejemplo de esta conjunción de factores. No pensaba amamantar -"mi madre no pudo", dice, algo de lo que están convencidas muchas mujeres que dieron a luz en la segunda mitad del siglo XX-, pero tras las clases de preparación al parto, decidió hacerlo. "El problema es que te dicen que es importante dar el pecho, pero no cómo ni qué esperar", opina esta mujer trabajadora. "No me informé más pues creía que era algo natural".
Cuando nació Alejandro, hace 15 meses, se dio de bruces con la realidad. "El primer día ni me preguntaron cómo me iba. Sólo me dijeron que me lo pusiera 10 minutos a cada pecho cada tres horas". Cuello pensaba que mamaba bien, pero al día siguiente había perdido el 7% de peso, y le dieron un biberón de leche de fórmula. Cuando al fin una matrona le ayudó a colocarse al niño al pecho, le dolió mucho. "Me dijo que tenía que doler". Esta madre abandonó la lactancia antes de salir del hospital. "Del dolor tan fuerte me deprimía y no me permitía estar bien con el bebé".
"El mayor error es que las madres lleguen pensando que dar el pecho es fácil", opina Jesús Martín-Calama, coordinador nacional de la Iniciativa para la Humanización de la Asistencia al Nacimiento y la Lactancia. Lanzada por la OMS y Unicef, acredita a los hospitales que cumplen una docena de pasos con el sello IHAN, que en muchos países se identifica con una atención de calidad. "En el 50% de los casos, hay problemas", dice Martín-Calama. "Los bebés se tienen que adaptar al pecho de su madre, y para eso, necesitan paz, tranquilidad, tiempo para ponerse en contacto y acoplarse", explica. "Que quede claro que los primeros 10 días no es fácil, no es lo bonito que vendrá luego. Pero como no ayudes a la madre esos primeros 10 días, se quedará sin vivir esa experiencia".
Para Martín-Calama, "lo que distorsiona todo es la gran facilidad para solucionar cualquier problema con un biberón, lo que no sucede en la naturaleza. Al mínimo contratiempo, se tira la toalla", afirma. "El mundo sanitario sigue sin confiar en que la madre produzca suficiente leche, lo que hace que muchas abandonen en los primeros meses", critica Gema Cárcamo, presidenta de Multilacta, una asociación madrileña de apoyo a la lactancia.
"Ni para ser médico ni pediatra me enseñaron nada sobre lactancia", dice Carlos González, autor de Un regalo para toda la vida. Guía de la lactancia materna. "Ahora sí se hace, pero los médicos que llevan más años necesitan un reciclaje". Es un problema común en los países desarrollados. "Con demasiada frecuencia, cuando hay dificultades, los profesionales de la salud suplementan con biberones, por falta de las destrezas o la experiencia necesarias", dice Bernadette Daelmans, médica del equipo de salud y desarrollo de recién nacidos y niños de la OMS.
Josefa Aguayo, miembro del comité de lactancia materna de la AEP y jefa de sección de Neonatología del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla va más allá: "Hay muchas interferencias. Empieza desde la medicalización del parto, lo que se ha extrapolado a la lactancia y la crianza", opina. "Aún hace falta mucha formación", afirma Aguayo, para la que es fundamental que los profesionales, desde atención primaria, transmitan un "único mensaje" a la mujer. Coincide Concepción Martínez, vicepresidenta de la Federación de Asociaciones de Matronas de España, quien añade: "Se ha perdido el instinto. Un recién nacido, si lo dejas sobre su madre, piel con piel, a los 70 minutos como máximo empieza a mamar".
La experiencia de Cuello también muestra una situación frecuente, tanto en centros públicos como privados: la contradicción de que una política oficial de apoyo a la lactancia materna, en la práctica, choca con rutinas anticuadas, falta de formación o un simple comentario de un profesional, que dicho en un momento de máxima sensibilidad y agobio, puede acabar con el deseo de amamantar de la mujer.
Aunque el hospital de Cuello siguió la recomendación de poner al recién nacido sobre la madre, llevó a cabo prácticas desaconsejadas: fijar duración y tiempo a la toma, dar leche artificial sin haber intentado que la madre se extrajera leche, y hacerlo en biberón en vez de con jeringuilla (para evitar que el bebé confunda el modo de succionar la tetina con el del pezón, totalmente distintos). Y por último, dejar que la mujer se fuera con la convicción de que dar el pecho es doloroso, cuando con solo corregir la postura podría haber dejado de serlo.
"Desde 2008, sabiendo que las cosas no se hacían bien, empezamos un proyecto de fomento de la lactancia materna", explica la doctora Begoña Arias, responsable de este programa en los hospitales de Sanitas, entre ellos el de La Moraleja, donde dio a luz Cuello. Arias reconoce que, por desgracia, "estas cosas puntuales seguirán pasando", aunque se trabaja para evitarlo: han dado charlas de formación a todo el personal, están cambiando protocolos de actuación, y han creado una consulta externa de lactancia para las madres una vez recibida el alta.
"Es muy difícil lograr el cambio de mentalidad de todos los profesionales de un centro", confirma Martín-Calama. En España, sólo hay 15 hospitales acreditados por la IHAN, y otros dos están en proceso muy avanzado. Son menos del 10% del total, frente al 90% en países como Suecia o Noruega. "Hay que poner a todo un hospital, incluidos auxiliares o celadores, a trabajar para una causa", explica.
El 12 de Octubre (Madrid) está a punto de lograr la acreditación, algo meritorio, según Martín-Calama, dado el tamaño del centro, con 7.000 trabajadores. Es el primer hospital español con un banco de leche materna, y sigue prácticas como limpiar al recién nacido o valorar su salud encima de la madre, incluso tras una cesárea si su estado lo permite. Las vacunas o el peso se posponen dos horas, y se intenta que madre y niño se separen lo mínimo. Un profesional observa la primera toma para prevenir problemas.
Este centro cuenta con una consultora certificada en lactancia materna, Juana María Aguilar. Una de sus labores es impartir talleres a las madres ingresadas. En camisón, y la mayoría con el bebé de pocos días en brazos, las mujeres, algunas muy jóvenes, muchas inmigrantes, desgranan sus dudas. "Las clásicas son: 'No tengo leche', '¿Le alimentará lo suficiente?' y '¿Se queda con hambre?", resume Aguilar. Durante la charla, muy participativa, esta enfermera intenta reforzar la confianza de las madres.
"El pilar fundamental es que la mujer desee lactar. Cuantas más armas le ofrezcamos para que informe a la familia y a la pareja, mejor", afirma. Armas necesarias para vencer la presión de madres y suegras de las parturientas. "Pues yo te crié con biberón y mira qué bien estás". O "¿Por qué pide tanto? Se ha quedado con hambre", son dos clásicos que alimentan las inseguridades maternas.
Una vez la madre consigue lo más difícil, instaurar la lactancia, las presiones, incluso de los propios pediatras, continúan con comentarios como "ya es muy grande para tomar el pecho" o "lo estás malcriando". "A menudo, familiares y amigas de la madre saben muy poco de lactancia, o han tenido experiencias negativas y no la pueden ayudar. De hecho, puede oír todo tipo de comentarios destructivos de gente ignorante que no entiende el proceso de la lactancia", afirma por correo electrónico Christiane Rudert, experta en nutrición de Unicef.
Por suerte, el panorama, poco a poco, está cambiando. "Hace 20 años, era rarísimo que alguien diera el pecho más de seis meses", asegura Carlos González, quien reivindica el amamantamiento, más allá de los beneficios para la salud, como "un derecho, una experiencia vital" muy importante para muchas mujeres. "Mejorará a medida que salgan nuevas generaciones de médicos con formación en lactancia materna, y se vean más mujeres dando el pecho. Es un círculo virtuoso".
FALSOS MITOS SOBRE LA LACTANCIA

Los expertos consultados para este artículo responden:
- No tendré suficiente leche. Muy pocas mujeres no producen leche. Tener más depende de que el bebé mame muchas veces y de forma eficaz, vaciando el pecho. Para que el pecho adapte su producción a la necesidad del niño, hay que darle cada vez que pida, no "cada tres horas 10 minutos de cada pecho".
- Se queda con hambre. Al dar el pecho, nunca sabemos cuánto toma el bebé. Por eso hay que darle según pida y dejar que llegue a la leche del final, más grasa. Hay épocas en que mama con más frecuencia (brotes de crecimiento), para aumentar la producción.
- El calostro no es bueno. La primera leche, muy concentrada, tiene muchas proteínas y defensas. Se produce poca porque el estómago del recién nacido es muy pequeño, como una canica.
- Dar de mamar duele. En situaciones normales, no duele. El dolor es síntoma de problemas, como las grietas, que son fruto de una mala postura al mamar, y desaparecen al corregirla.
- Mi bebé crece menos que los que toman biberón. Hasta hace poco, las curvas de crecimiento se basaban en niños alimentados con leche artificial, lo que podía llevar a recomendar una obesidad prematura. La OMS ha publicado nuevas tablas, con los niños amamantados como referencia de crecimiento saludable.
- Toma el pecho por vicio, lo malcriaré. La OMS recomienda amamantar como mínimo hasta los dos años. El pecho no solo es alimento, también consuelo, por eso los chupetes imitan al pezón.
- No puedo dar el pecho porque tomo medicamentos. Muy pocos tienen efectos sobre la leche materna.
LOS RIESGOS DEL BIBERóN
 Si hubiera una vacuna que redujera el riesgo de meningitis bacteriana, diarrea, otitis, infecciones respiratorias, diabetes, linfoma, leucemia, obesidad, asma y síndrome de muerte súbita del lactante, ¿se la pondría a su hijo? ¿Y si además protegiera a la madre de la osteoporosis, el cáncer de mama y de ovarios y la ayudara a perder peso? Esa vacuna existe, pero pocos niños y mujeres se benefician de ella, y menos de la forma óptima recomendada por las organizaciones médicas. Es la leche materna.
"Las ventajas son tantas que más bien hay que hablar de los inconvenientes de los sucedáneos de la lactancia materna. Es como con el tabaco: hay que proteger de la lactancia artificial, no demostrar las ventajas de la lactancia materna", afirma Josefa Aguayo, del Comité de Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría. Aunque la creencia popular es que las leches de fórmula son casi tan buenas como la materna, los expertos alertan de sus riesgos: "Hay más alergias, riesgo de desarrollar procesos infecciosos, obesidad...", cita Aguayo.
Según la OMS, la prolongación de la lactancia hasta los seis meses en exclusiva y hasta los dos años de forma complementaria salvaría cerca de 1,5 millones de vidas anualmente. Incluso en sociedades industrializadas, la leche artificial se asocia a mayor riesgo de enfermedad y muerte: "Un estudio muestra que se podrían salvar 9.000 vidas al año en EE UU mediante el amamantamiento exclusivo y prolongado" por la reducción del riesgo de muerte súbita, dice Christiane Rudert, de Unicef.
El fomento de la lactancia es "una prioridad", dice Concepción Colomer, directora del Observatorio de Salud de las Mujeres, del Ministerio de Sanidad. "Aquí no hay controversia, está demostrado que es lo más conveniente". Por eso la estrategia de salud sexual y reproductiva que preparan Gobierno, comunidades autónomas y asociaciones científicas incluye un apartado sobre el tema. Uno de los puntos del texto, al que ha tenido acceso EL PAÍS, es "aplicar el código de comercialización de sucedáneos de leche materna" para "proteger la lactancia materna de prácticas publicitarias engañosas que inducen al abandono de la misma". El marketing de los fabricantes fue uno de los factores que hicieron que en el siglo XX la lactancia materna casi desapareciera en los países desarrollados. El código, aprobado en 1981 por la OMS, prohíbe anunciar leche artificial o dar muestras. Pero en España y en el resto de la UE sólo se aplica parcialmente.
¿Y si la madre no quiere dar el pecho o no lo consigue? "Lo importante es que la decisión sea informada. No hay que presionar a la mujer", dice Aguayo. "Prefiero una madre que dé el biberón con cariño a una que amamanta con mala leche", opina Gema Cárcamo, de la asociación Multilacta. Carlos González tiene otra visión: "La lactancia es una parte muy importante del ciclo de vida de la mujer. Por desgracia, la sociedad no comprende que, si no lo logra, es normal que le dé pena o rabia".